Las “máquinas del tiempo” de Miriam Elliot

    Siempre nosotros proyectan, las pinturas de Miriam Elliot, en un espacio y un tiempo “otro”, lejano de aquí y de ahora. Si seguimos las líneas y los vórtices, que parecen el trazo dejado en el cielo de un pequeño aeroplano con intención a cumplir acrobácias, lo veremos levantarse y después caer en el bacío, diseñar volúmenes, andar intrépidamente, con el corazón en la garganta, donde solamente algún fragmento, en el cual se muestra restos a decirnos una posible uníon con lo real.

    Las pinturas de Miriam son la transfiguración de sus experiencias y de sus memorias, de sus sentimientos y de sus sueños. Muchas de sus obras, como testimonian los mismos títulos, evocan un tiempo felíz, aquello de la infancia, que parece por siempre perdido, pero que ahora revive en iconos, en símbolos, en llenos y en destellos de color, áreas en cuales el aliento del signo y del color se extende alternando concentraciones de líneas prontas a romperse y brasas luminosas, pulsantes.

    El vocabulario pictórico de Miriam Elliot está unido a la tradición de la pintura sudamericana que no deja al margen la influencia que había, en el siglo pasado, en las experiencias de la pintura europea y norteamericana. Pensamos, para limitarnos a un solo emblemático nombre, a Joaquín Torres García (1874-1949), artista uruguayo que vive mucho en New York, París, Barcelona y Madrid, primero de retornar a su País en la mitad de los años Treinta. Aquí entonces este continuo contrapunto de signos que se cruzan, se amparan, se sobreponen líbres en su curso, o obligados a geometrias sinuosas, o con un recorrido tormentoso, como en el caso en que Miriam disegna formas que parecen aludir a esqueletos calcareos, a la espina dorsal, a un carril, al cuerpo de una vibora, a una telaraña que se sobrepone al desolado paysaje de fondo. Hay, en todas estas pinturas, un impulso vital, una energía explosiva, una fuerza expresiva que encantan. Y hay, nítidas, algunas reminiscencias del Futurismo, como las obras de Miriam Elliot parecen traer algunos de los elementos que caracterizaron aquella experiencia: aquel viento nuevo del moderno que modificaba la percepcíon del espacio y del tiempo, y la erupción de nuevas posibilidades para la comunicación, más allá del aquí y ahora. Las deseadas, los vórtices de Miriam parecen transportarnos alternativamente en un tiempo pasado y futuro: son, en algunos aspectos, visiónes ligadas aquellas “máquinas del tiempo” que el hombre sueña de siempre de construir, para explorar lo que está en otra parte de la frontera, material y temporal, en la cual se ve obligado a poner su vida. La sección de color del catálogo publica una selección de pinturas del artista, realizadas en los dos últimos años en su estudio de Reggio Emilia (Italia).

    En el transcurso artístico de Miriam Elliot tiene particular importancia las realizaciónes escenografícas, ambas de pinturas utilizadas como escenas en la representación y de vestuarios, que ella misma realiza pintando uno por uno sobre variados tipos de materiales. Particularmente evocadora a estado la prueba mas reciente de Miriam en este campo: la escenografía del ballet “Tango” representado por la primera vez el 30 de mayo del 2010 en el Salón del Matilde de Canossa Resort de San Bartolomeo (Reggio Emilia, Italia) – en la ocasión, aproximadamente 20 obras de la artista, realizadas en el último año, eran exhibidas en el restaurante y el vestíbulo del hotel. Gracias a la escenografía de Miriam Elliot y a la coreografía de Paolo Nocera – intérprete, junto con Daniele Nocera, Lourdes Daniela Garrone y Alejandro Astudillo Cordoba del ballet –, la obra es una exploración poética y triste de esta forma de arte, que combina música, danza, letras de las canciones, que nace en la región del Rio de La Plata (Uruguay y Argentina) y que después seducirá todo el mundo. Como dijo Enrique Santos Discepolo, “el tango es un pensamiento triste que se baila”: en esta esencia profunda del tango, en la relación tan intensa que esta danza inmediatamente establece entre los dos cuerpos que se reúnen en los pasos del tango, es el secreto del persistente éxito del tango.

    La sección de color de este catálogo reproduce las once pinturas que fueron corona por los movimientos del ballet: en ellos, a través de las líneas y de los colores inconfondibles de su pintura, Miriam Elliot evoca y nos recuerda el nacimiento y el desarrollo del tango, con algunas imágenes de los grandes protagonistas (Carlos Gardel) de esta danza y con los nombres, cuidadosamente escritos, de todos los que contribuyeron a esta forma de arte, el resultado de una especie de crisol de tradiciones musicales y de experiencias de vida de personas de diferentes orígenes.

    Sandro Parmiggiani